Ella viene con otro nombre.
Lanza sus motivos en versos de hojas
amarillas y se va,
acuesta su cicatriz en la página
la extiende
la expande
la sostiene
en las letras tristes del pentagrama,
y se aleja como la tarde; sin tiempo,
sin nombre.
Tiene una sospechosa caricia
casi imperceptible,
en puntillas su poema
abre la puerta del portal
después de poner en la mesa:
el sentimiento
la carne
el desahogo
de días de sufrimientos.
En otro poema mañana
puede volver.
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